8 sept 2011

SAMMY BACA: El lujo al alcance de todos


Que México está viviendo unas circunstancias muy particulares es innegable y no hace falta entrar mucho en el tema para evidenciarlo. Pero como hasta en el desierto florece la vida, también en situaciones aparentemente adversas los emprendedores encuentran la forma de desarrollarse y encontrar un espacio para presentar y rentabilizar sus habilidades. 

Desde tiempos ancestrales la fabricación de calzado ha sido siempre un oficio indispensable para el ser humano. Se tiene constancia de la fabricación y el uso del mismo desde el paleolítico y culturas como la mesopotámica, la egipcia, la griega o la romana nos han dejado testimonios fehacientes  de lo pródigo, rico y abultado de su creación.

En la edad media surgen los primeros gremios de zapateros en Europa que ocuparían desde entonces un lugar preponderante en la industria artesanal de todas las ciudades. 
El calzado, que empezó siendo simplemente una piel atada a los pies y que como único fin tenía el protegernos del frío y las inclemencias del terreno pasó en poco tiempo, de este uso primario, a definir a su dueño como esclavo, artesano de algún tipo, soldado, religioso o rico. Así los gremios de zapateros europeos desarrollaron todo un abanico de posibilidades de calzado, del cual ahora somos herederos, relegando la fabricación de los calzados más modestos a artesanos menores que no se dedicaban exclusivamente a la fabricación de zapatos, como los esparteros o tejedores de canastos.

La fabricación de calzado y el sistema gremial europeo también cruzó el océano en 1492. 
Con la llegada de los españoles a tierras americanas también llegó la influencia de los modelos españoles de calzado. Las botas de monta, las botas  y zapatos de la infantería e incluso las modestas alpargatas de esparto encontraron acomodo en el nuevo continente, dando pie, como no podía ser de otro modo, a su propia evolución. Es por eso que botas tan conocidas y de tanta raigambre en el norte de México, y  el sur de Estados Unidos, como las botas texanas o vaqueras, no son más que el fruto de una evolución de 500 años de las primitivas botas que usaron los conquistadores españoles.



¿Y cómo evolucionaron los gremios? Pues curiosamente el modelo de producción no ha ido de la mano ni al mismo ritmo que la evolución de los diferentes modelos de botas.

La revolución industrial europea de mediados del XVIII no fue un motor lo suficientemente potente para arrastrar consigo a la industrial artesanal del calzado y, aunque los intentos no fueron pocos, separar la fabricación del zapato del zapatero no fue tarea fácil. La laboriosidad de la cochumbre de un zapato no es similar a la de la confección de un paño de tela  y pasarían muchos años más, casi ya cercanos al siglo XX, hasta que se pudiera hablar de una industria real del zapato manufacturado. En España, más concretamente en el levante peninsular (Valencia y Alicante fundamentalmente) la industria del calzado cobró especial auge. Tal fue el impacto de esta industria que durante los años 80, del pasado siglo XX, sólo esta región consiguió situar a España como séptimo productor de calzado del mundo y tan sólo Italia conseguiría superar en número de piezas a la producción española. Pero no todo era industrialización. Los zapatos más finos, las piezas más delicadas y, por ende más valiosas, debían pasar por las expertas manos de los artesanos levantinos que remataban los zapatos en sus casas y talleres para luego regresarlos a las fábricas que los comercializaba. Esto, lamentablemente, se ha perdido con el  bramar aplastante de los últimos años de mega-industrialización de los países asiáticos fundamentalmente, que poco o ningún espacio han dejado a los artesanos del calzado. 

En Europa unos zapatos hechos a mano siguen siendo un artículo de lujo y exclusividad, y si además son a medida el placer queda limitado a unos cuentos bolsillos muy escogidos. Destacan en estos terrenos pequeños talleres ubicados en las grandes capitales (Londres, Paris, Madrid, Roma…) que surten de estos objetos de culto a reyes, banqueros o estrellas de los deportes y las pantallas de cine y el papel couché. Nuevamente, como en su origen, el zapato vuelve a marcar la diferencia entre unos y otros.

Pero empezábamos hablando de México. La industria del zapato de calidad Mexicana ha quedado, por lo menos hasta ahora, muy centralizada en el estado de Guanajuato. Este estado es nacionalmente conocido por sus cueros de alta calidad y sus buenos artesanos, pero geográficamente (Guanajuato está ubicado en el centro de México)  se encuentra muy alejado de las tierras que han dado pie a la mayor cantidad de modelos propios y conocidos. 

El norte de México ha sido históricamente el lugar donde se desarrollaron lo que hoy conocemos como las típicas botas vaqueras y texanas. La legitimidad del origen de este calzado les corresponde a los artesanos de Sonora, Coahuila y más especialmente a los del estado de  Chihuahua, el mayor de los estados norteños de México que hace frontera con los estados americanos de Texas y Nuevo México.  La influencia española, la poderosísima industria ganadera, las reminiscencias indígenas y su artesanía, el contacto constante con los estados americanos del norte, todo esto y más,  en una amalgama de siglos ha propiciado el florecimiento de tan amplio espectro de modelos, formas, pieles y usos de botas y zapatos.

Pero si algo caracteriza a esta "industria enterrada" es su potente sentido gremial. Muchas son las empresas, norteamericanas fundamentalmente, que contratan a estos artesanos para que fabriquen el calzado que después ellos venderán con su nombre como artículos de lujo exótico. Pero parece que esto puede y va a cambiar.

 
Bajo el nombre de una de las familias de artesanos del calzado más antigua y de mayor raigambre del estado de Chihuahua, la familia BACA, saldrá próximamente al mercado por internet la marca SAMMY BACA. Esta nueva tienda puede marcar un antes y un después en la comercialización de calzado mexicano. ¿Por qué? Pues SAMMY BACA ofrecerá a sus clientes calzado fabricado a mano y a medida en una altísima gama de pieles y modelos, totalmente customizables, a precios tan competitivos como cualquier bota manufacturada de similares materiales. Esto es, lujo a precios asequibles. Algo que hasta donde podemos observar, aún no se ofrece en la red, y mucho menos en los talleres de los zapateros de alto estanding. El secreto parece ser tan sencillo que deja en mal a cualquier negocio que pretenda lucrarse bajo el paraguas del lujo. En SAMMY BACA no habrá intermediarios entre el cliente y el artesano e irá directamente de la mano de los artesanos a las del cliente, sólo mediando para esto la empresa de transporte que se contrate.



Las nuevas tecnologías están para nuevas visiones comerciales, y quizá así la industria del calzado mexicano pueda reivindicar el espacio y el status que legítimamente le pertenecen.