Me estoy cansando.
Pasan los días y pasan las cosas como si con pasar bastará para
normalizarlas, para hacerlas nuestras, para compartir la abúlica cotidianidad
de los acontecimientos con ellas como si fueran nuestras compañeras de viaje.
Las cosas pasan sin que las elijamos, pero les damos cobijo cómo si en el fondo
entendiéramos que nada puede ser si no es como es y como se nos está dando. Así
que aceptamos ufanos que nos digan cómo tenemos que vivir, con quién debemos
reír, con quién llorar y cuáles serán nuestros compañeros de infortunios hasta
que, un día, nuestro corazón se pare y muramos. Entonces dirán a nuestros seres
queridos que no puedo ser de otro modo, y les dirán cómo tienen que
amortajarnos, dónde deben enterrarnos y qué oración entonar para después
decirles con qué marca de pañuelos de papel deben sonarse los mocos.
Me estoy cansando. Pero lo que a mí me pase no importa si sólo a mi me
ocurre, porque yo no soy nada estando sólo. Aunque la conciencia absoluta de mi
realidad no quita merito a mi cansancio.
Estoy cansado de oír clichés que a fuerza de repetirse conseguirán que
hasta los sordos los oigan, y peor aún, se los crean. Pero aunque sólo tenga
este breve espacio de papel voy a vomitar lo que creo, o más bien lo que ya no
me creo…
No me creo que los políticos esté haciendo lo que deban, más bien lo
que quieren y les da la gana para hacer el mundo que desean donde nadie pueda
moverlos de sus tronos y así engordar a nuestra costa. No me creo que la
solución a esta crisis sea reducir al
pueblo al vasallaje y apoyar sin tapujos a quienes nos están hundiendo en la
miseria. No me creo el FMI sea una entidad justa y que vele por el beneficio de
todos. No me creo que no se pueda acabar con el hambre en el mundo. No creo que
los intereses de Repsol en Argentina me afecten ni un ápice y nadie va a
conseguir herir mi orgullo patrio con semejantes mentiras. No me creo que por
creer que la república es la forma óptima de la democracia me puedan tachar de
rojo, izquierdista o revolucionario. No me creo las disculpas del rey. No me
creo que disculparse lo haga mejor persona y ni mucho menos mejor rey. No creo
que los medios de comunicación sean voceros de la realidad del mundo mas sí de
sus propios intereses, por eso no me creo lo que me dicen que pasa en la otra
parte del mundo, ni lo que pasa en el pueblo de al lado, ni cómo está la
economía, ni qué será tendencia en moda la temporada que viene. No me creo que algún
político esté capacitado para hacer recortes en ninguna materia porque viven en
la opulencia y bajo ningún concepto nada de lo que hagan les afectará ni a
ellos ni a ningún miembro de su familia. No creo que sobren universidades ni
titulaciones en España, más bien faltan opciones reales para una Formación Profesional
de calidad y con recursos y sobran equipos de fútbol y horas de estúpidas
informaciones deportivas en cualquier medio. No me creo que el tratamiento de
los deportes institucionalmente y por los medios potencie una educación
deportiva ni unos buenos hábitos de vida, pero sí una rivalidad territorial mentecata
y alienante que sólo consigue aborregar y embrutecer a todo el que comparte de
ella. Me da asco escuchar a alguien decir que es anti-bético o anti-madridista
cuando debería ser anti-imbecilidad y no se da cuenta de que se comporta como
un cabestro guiado por pastores que le arrean palos y ni se inmuta. Me dan asco
los programas del corazón y toda su asquerosa maquinaria de entontencimiento
mediático. No me creo que el copago ayude en nada a la mejora de la sanidad. No
me creo que matar elefantes ayude a ningún equilibrio biológico. No me puedo
creer que aún tenga voz la iglesia para adoctrinar e intentar imponer su
criterio a aquellos que, como yo, no creen en sus valores ni comparten su fe.
Pero hay siguen desde hace dos mil años. No me creo que por salir de nazareno
se sea mejor cristiano. Y No me creo la promesa de un mundo mejor después de la
muerte, porque de existir, allí estarán sentados a la diestra del altísimo los
padres y abuelos de los cabrones que ahora nos tienen aquí sometidos y lejos de
ser el cielo, aquello debe ser aún peor que el mismísimo infierno.