31 mar 2010

EL HOMBRE QUE HABLABA CON LAS RANAS

Hace unos meses, cuando estaba de vacaciones, me llamó El Sevilla demandándome un prólogo que muchos meses atrás le había prometido en los camerinos de Colga2 con Manu. Y como la palabra dada es sagrada tuve que remangarme y ponerme a trabajar en el asunto... claro que la letra pequeña del contrato era que no tenía más de siete días para leerme su libro "EL hombre que hablaba con las ranas" y escribir el mentado prólogo. Aún así creo que el resultado fue, por lo menos, legible y no falte a la palabra dada al amigo. (Si pinchas sobre la foto podrás leer las primeras páginas del libro en pdf)

Muchas gracias Miguel por dejarme ensuciar las primeras páginas de tu nuevo libro, y felicidades mil por las fantásticas ventas del mismo... ya has vendido más de 12.000 ejemplares y ha salido una segunda edicion de 10.000!!! Ole! Nunca dejes de escribir, aunque lo próximo sea un manual de baile o un libro de recetas de cocina.

23 mar 2010

QUIERO A MI BATIDORA XII


Sigamos repartiendo ( 2ª parte )

¿Cuándo el hijo de tu vecina dejó de ser una adorable figurita de Yadró para convertirse en un gilipollas como su padre?

Esta pregunta retórica debería ser un ejercicio de autocrítica para todos. La sociedad es una amalgama informe de gentes; agentes y sujetos pasivos que a su vez mutan de aspecto a capricho. Esto es, todos en algún momento del día, o de nuestra vida, actuamos como agentes sociales, ahora lo soy yo escribiendo este artículo que pretende tocar un poco la moral del que se sienta reflejado, y mañana lo serás tu en la cafetería desayunando criticando estas letras porque no te gusta que te recuerde que tu hijo se ha vuelto un gilipollas como su padre.

Seguimos.

Todos podemos adoptar un papel en el juego social, a parte del que hemos elegido como padres, amigos o compañeros de trabajo, o del que nos ha tocado por azar como hijos, vecinos, o pacientes ciudadanos en la cola del pan, la sala de espera del médico de cabecera o el vagón del  tren que nos lleva y nos trae. Y es en esta asunción de roles donde nuestro compromiso con nuestra forma de ser y de cómo queremos que sea el mundo deben aplicarse. Nos gusta quejarnos por vicio, eso ya lo sabes, y siempre que tenemos oportunidad lo hacemos con la boca grande y llena de palabras y giros que la mitad de las veces ni entendemos. Somos los primeros en quejarnos de lo mal que todo el mundo hace las cosas, yo el primero, y este pensamiento es abiertamente peligroso.. peligroso para ti y para mi porque no hace más que evidenciar lo muy estúpidos que llegamos a ser. Si todo el mundo critica a todo el mundo, el propio que critica también es criticado, luego ¿Quién es capaz en este mundo de hacer las cosas bien? ¿Dios? ¡Ay que me da la risa!

El ejercicio de la crítica debe llevar aparejada una reflexión autocrítica que raramente se aplica. Porque cómo voy yo a equivocarme con lo bien que sé decir lo mal que hacen las cosas los demás... ¿ves porqué tu hijo se ha vuelto un gilipollas? Cree el que critica que se libra de sus propias palabras, pero no se para a pensar (¡Oh pensar! ¡esa cosa gratuita que tanto trabajo cuesta!) que en la generalización de la crítica debe entrar él el primero, y así, siendo sujeto paciente de sus propias palabras puede revolverse como agente de cambio e intentar solucionar el problema que está denunciado. ¿Te has perdido? No te preocupes, no te frustres, hay más artículos en este blog, no se acaba el mundo en este párrafo.

Así pues vamos desarrollando nuestra vida de una forma fácil, cómoda, en cuanto a la asunción de valores a transmitir a nuestro ámbito social y familiar. Elaboramos filigranados artificios sobre cómo deben los demás cuidar a sus hijos, cómo deben de comportarse, cómo debe ser el hijo perfecto, los novios perfectos, la familia perfecta. Damos por hecho que somos los mejor capacitados para tomarnos como referencia de cómo los demás deben articular su vida de, incluso, cómo deben pensar, vestir o cagar, y de cómo deben limpiarse después, si hacia delante o hacia atrás, si doblando el papel cuidadosamente o haciéndolo un gurruñito ¿Cómo lo haces tu? ¿Seguro que es la forma correcta? Me río mucho contigo, no te lo había dicho nunca. Pero me río amargamente porque, en parte, tienes la culpa de que el mundo sea una mierda, por mucho que otros como yo, y otros muchos, nos lo tomemos en serio e intentemos arreglar tus destrozos.

Nunca has aplicado a tu propia existencia ni la décima parte de la mala baba destructiva que gastas con la de los demás, por eso sólo te das cuenta de que el hijo de la vecina se ha vuelto un gilipollas como su padre. Cuando descubras en lo que se ha convertido el tuyo, ya será tarde, y como siempre, buscarás el culpable en los demás. ¡Qué asco me das!

To be continued.


VALERIE TASSO SE HA DEBIDO CONFUNDIR...

Hace unos días que atraso este post y no es de recibo. Como digo en el título (justo ahí arribita) mi querida compañera y amiga de fatigas y sofocos televisivos, Valerie Tasso, se ha debido confundir. Y es que hace unas semanas enlazó esta humilde web-blog-bestiario con su fántastica página. Pero no os creáis nada de lo que pone referente al filósofo melenudo. Nuestra sexóloga, o no durmió bien cuando lo redactó (cosa que no me extraña porque más que trabaja esta mujer es imposible sin sisarle horas a Morfeo), o lo mismo se intoxicó de foie... así son los franceses, ¿cada uno se coloca con lo que quiere no?


Un fuerte abrazo Valerie y muchas gracias por tus palabras. Seguiremos navegando contra la tormenta, a ver si algún día conseguimos arribar a las costas de Itaca. Un abrazo.

12 mar 2010

QUIERO A MI BATIDORA XI


Sigamos repartiendo ( 1ª parte )

Si en la controvertida trilogía “Nos gusta sufrir” estuve repartiendo estopa a aquellos padres chungos que no se han dado cuenta de lo que realmente son: malos padres. Hoy vengo con ánimos conciliadores. No te confundas, que no vengo a hacer las paces con nadie. Hoy quiero hacer una demostración literaria de qué sucede cuando se es un mal padre, esto es: a conciliar la causa con el efecto.

Por sus actos los conoceréis. Nada mejor que citar el evangelio para cubrirse uno de gloria y tener licencia para porculizar un rato.

Cuando detectamos un problema en nuestro entorno, una avería en una tubería de agua por ejemplo, intentamos  averiguar su naturaleza concreta. ¿Qué pasa? Averiguamos cómo se ha producido este hecho ¿Cómo sucedió? El siguiente paso es encontrar el modo de subsanar el problema ¿Cómo puedo arreglarlo? Y por último intentamos que este problema no vuelva a repetirse ¿Qué puedo hacer para que no vuelva a suceder? Estos pasos son tan comunes a nuestra razón práctica que ni siquiera nos damos cuenta que lo hacemos. Y no nos ha ido del todo mal, en los últimos cien mil años, pensando y actuando de esta forma. Así conseguimos dominar el fuego, inventar la rueda, el pan caliente, los cohetes espaciales y los churros con chocolate. Esto funciona, es una realidad y, además, las excepciones no hacen más que reforzarla.

Pero nada de esto tiene sentido cuando nos chocamos contra el animal humano, que es lo que somos todos, aunque a unos les joda más que a otros que los llamen animales. A mi, lo que en realidad me molesta, y no sabes cuánto, es que a todos nos llamen humanos. Pero otro día hablaremos de esto. Como decía nuestra capacidad para solucionar situaciones más o menos complicadas fracasa estrepitosamente cuando chocamos con nosotros mismos. Y cuando digo nosotros hablo de uno mismo, yo el primero. Si observamos que el hijo de nuestro vecino es un imbécil integral siempre encontraremos la solución para que deje de serlo. Unas veces la solución pasa por partirle el lomo con una estaca y otras por empezar partiéndole el espinazo a nuestro vecino y después a su hijo. ¿Pero qué pasa cuando el imbécil es nuestro propio hijo?
Si nuestro hijo es un imbécil no pasa realmente mucho, ser un imbécil no es malo, simplemente no podremos estar muy orgullosos de su capacidad de pensamiento abstracto, pero esto no lo imposibilitará para ser un gran deportista, sacar fantásticas notas o no, ser actor porno, funcionario, o mil cosas más que no demandan de excelsos razonamientos. Además ser imbécil no está reñido con ser una maravillosa persona, generoso, buen amigo o buen amante. Claro el problema es cuando nuestro hijo es un imbécil pero además comete el estúpido error (no podría ser de otra forma) de creerse listo... Y aquí es donde se concilian causa y efecto.

Ser un imbécil y creerse listo es, a mis ojos miopes, un mal que abunda y parece estar aumentando. Aunque quizá sólo sea un problema de percepción, lo mismo exagero, aunque no lo creo. Normalmente a estos especimenes solemos adjuntarles epítetos enriquecedores del orden de niñato/a, mal criado/a, sinvergüenza, o directamente los intentamos ignorar. Pero estos imbéciles orgullosos de su propia idiocia, de su estulticia supina, no son fruto de una mutación genética, de un virus o un poder divino que hizo a tu hijo un pamplina con mala leche. La culpa de este trastorno evolutivo de homo sapiens mal parido, amigo y amiga mía, la tienes tú. Y no busques excusas, no digas que no puedes hacer nada, eso está claro,  ya no puedes, ni nunca has podido porque, simplemente, nunca estuviste capacitado para hacerlo...

Que siempre ha habido excepciones es una realidad que no nos afecta en este artículo, porque si realmente eres excepcional ahora te ríes. Si no lo eres me estarás maldiciendo, mientras esperas morboso seguir viéndote reflejado en el siguiente artículo.

To be continued.

4 mar 2010

EL QUE AVISA NO ES TRAIDOR...

Mira que avisé, pero nada, querían que fuera el pregonero del carnaval de Utrera, y uno, que es débil, aceptó.

Pero estén tranquilos, a Dios pongo por testigo, ¡que mil veces me lo ofrezcan mil veces lo aceptaré! ¡SEA!