27 may 2010

QUIERO A MI BATIDORA XVI


Ya no me creo nada (3ª parte)

Es cierto, ya no me creo nada, pero la simpleza de esta frase encierra una amarga pena. A mi me hubiera encantado poder creer, ahora toca joderse.

Constantemente hemos intentado, los seres humanos, defender nuestras creencias sobre las de los demás, y en este ejercicio inútil contra los siglos y milenios, no hemos conseguido más que oscurecer nuestro propio horizonte de conocimiento. Supongo que nadie creerá que el Dios al que hoy reza en las iglesias es el mismo al que Jesús, el hijo de José y María, defendió al echar a los mercaderes del templo. Y es que todo muta y cambia, aunque creamos, por la distorsionada referencia del tiempo que nuestra propia vida nos hace percibir, que las cosas siempre han sido así, a grandes rasgos, y que frente a los cambios lo mejor siempre es lo primero que conocimos y no lo que después suceda. ¿Por qué siempre decimos que lo pasado fue mejor cuando simplemente fue anterior? Ya se lamentarán nuestros hijos  diciendo que este presente, que ahora no nos gusta, era infinitamente mejor que su futuro. Simple ¿No te parece? Simple, triste, pero real.
Así vamos de forma inconsciente, para la mayoría, intentando hacer que prevalezca el status quo, el estado de las cosas. Y esto podría, quizás, estar bien si todo estuviera bien y funcionara correctamente, ¿pero qué sucede cuando intentamos mantener las cosas, tal como creemos que debieran ser, cuando en realidad estas están corruptas y pervertidas y nos empujan, desde el fracaso de nuestra inteligencia, a nuestra ruina como sociedad y supuesta entidad cultural?

Es imposible remediar esto, y todo aquel que enarbole la bandera del cambio será tomado por loco, por revolucionario, como un excéntrico que sólo quiere llamar la atención usando el miedo... ¡algo sacará él de todo esto! –decimos- ... y es lógico que pensemos que lo mueve el interés porque nuestro sistema de creencias nos impide pensar de otra forma. Todo responde a un esquema básico: Causa – Efecto. Si alguien hace algo es, o para recibir algo positivo a cambio o para huir de algún mal. ¿Quién puede cree que exista gente que haga las cosas por el mero placer de hacerlas en un mundo donde hasta los buenos reciben premio por ser buenos? Nuestra búsqueda irredenta del premio es nuestro mayor castigo. Porque esa búsqueda se ha convertido en una carrera ciega y sin sentido. La televisión es nuestro mejor espejo, digan lo que digan los expertos en decir cosas. Nos quejamos de cómo se airean las bajas pasiones en la pequeña pantalla, pero no es más que eso, un espejo amplificado de nuestros deseos ocultos. Votan y apoyan las amargadas y amargados de sus propias vidas a Belén Esteban porque ven en ella a quien ha conseguido gracias a la mediocridad de su propia vida el éxito personal, exactamente igual que ellas y ellos quisieran conseguir, y la defienden en las cafeterías y plazas públicas ante los demás porque atacarla a ella es atacarlos a ellos mismos allí donde más les duele, ¿qué vida más triste han de tener no te parece?. Y todos tenemos nuestra debilidad, nuestro talón de Aquiles, nuestra búsqueda de recompensa, yo el primero. ¡O te crees que no me gustan los premios!
Pero así no llegaremos a ninguna parte. Bueno, sí que llegaremos, y nos lamentaremos cuando ya sea demasiado tarde.

A mi me encantaría creer como otros creen. Me gustaría creer que existe un Dios que nos va a ayudar a ser mejores y nos llevará al cielo una vez muertos. Me gustaría creer que las adivinas pueden predecir mi futuro, que los curanderos curan el cáncer, que los horóscopos definen mi personalidad, que esa pulserita de mierda que llevas me ayudaría a tener mayor equilibrio y fuerza, que el agua tiene memoria y que la homeopatía sirve para algo, que los ovnis existen y conoceremos a los extraterrestres alguna vez, que la sabana santa realmente es verdadera y no una copia chunga y un engaño, que sólo usamos el diez por ciento de nuestro cerebro y que podremos desarrollar poderes como Superman, me gustaría creer que nacemos todos buenos y que algún día conseguiremos no estropearnos... pero ya estoy contaminado, y por ahora, sólo puedo intentar que dejes de creer en todas estas mentiras.

To be continued.

24 may 2010

QUIERO A MI BATIDORA XV

Ya no me creo nada (2ª parte)

Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde. Francis Bacon (1561 – 1626)

Que desde hace casi quinientos años un inglés gordo y rubicundo, que murió de una pulmonía por rellenar un pollo de nieve, sea capaz de ponernos la cara colorada con una sentencia como esta, es algo que debería avergonzarnos a todos. Claro que posiblemente sólo sientan vergüenza aquellos que la entiendan y vean reflejados a sus semejantes en ella. Realmente aquellos hacia los que va dirigida seguirán viviendo en un mundo feliz, y seguirán durmiendo plácidamente.

No sé si a ti te pasa, pero yo cada vez me enfado más, supongo que será del riego. Me enfado conmigo mismo, por no ser capaz de hacer epojé de la realidad (este palabro griego significa desconectar, no emitir juicio, lo mismo te sale en el trivial y te llevas el quesito marrón) y dejarme llevar al infinito, y me enfado con mis vecinos por ser tan humanos, me enfado con la ciudad donde vivo y hasta con el planeta entero y me da miedo pensar que soy el único que se enfada... pero sé que tú también te enfadas y eso me da fuerzas, me da fuerzas saber que somos más de dos los que no aguantamos esta agonía. Este no querer ver la realidad y esconderse tras un muro de auto-estupidez ególatra e ignorante. ¿Acaso no os llega a los demás este pegajoso y dulzón tufo a mierda?

Pensemos juntos un poco en voz alta. Pensemos. Fíjate a tu alrededor y dime qué nos diferencia del hombre de las cavernas. Físicamente somos iguales, claro que no tenían implantes de silicona, ni empastes en los dientes, ni se injertaban pelo, ni usaban lentillas de colores, y por supuesto, vivían mucho menos y más incómodos que nosotros. Pero todo eso es forma, accidentes del tiempo y la evolución. ¿Pero, y la sustancia? ¿Somos iguales en nuestra esencia ahora que hace diez mil años? No ¿verdad? Algo ha cambiado. No sabes exactamente qué, pero algo ya no es igual. Tampoco sabes cómo se produjo el cambio exactamente, ni cuándo fue. Yo tampoco lo sé. Pero algo en tu interior te dice que ya no somos iguales, por lo menos, no todos. Por lo menos no tu vecino. Y esto es una pena, aunque pareciera todo lo contrario. Es una pena que tu vecino ya no sea un ser primitivo, si lo fuera seguramente cuidaría a sus hijos de otra forma, los prepararía para una vida dura, difícil y llena de situaciones que requerirán de él madurez, audacia e inteligencia. Si fuera un humano primitivo cuidaría de su pareja como el que defiende una balsa en un naufragio, porque sabría que ambos dependen el uno del otro para lo bueno y para lo malo, y que sobre un cimiento sólido es la única forma de edificar. Si no se hubiera transformado trataría a sus iguales como a él le gustaría que lo tratasen, los apoyaría y ayudaría sabiendo que solo es muy difícil llegar a ninguna parte, y que el bien de la mayoría es la única forma real de alcanzar el bien propio. Si fuera, como éramos todos, elegiría a sus lideres por sus capacidades reales y no daría pábulo a fantoches que venden humo y prometen la salvación tras el cegador resplandor del Sol. Si no hubiéramos cambiado tanto ahora seguiríamos siendo curiosos, todos, padres, madres, hijos y demás, disfrutaríamos del descubrimiento diario de un mundo casi infinito de posibilidades... estas son algunas de las cosas que hemos perdido ¿no te parece?

Hemos perdido muchas cosas, pero no hemos sido capaces de rellenar satisfactoriamente esos huecos, como hiciera Sir Francis Bacon con el pollo, él lo rellenó de nieve pensando que así se conservaría mejor. Nosotros hemos rellenado esos huecos con lo peor de nosotros mismos. Con nuestra estupidez, con nuestro ego insano que nos hace creernos infalibles y mejores que los demás, con nuestra sacra ignorancia, que no es más que un saco de supersticiones, y con nuestros miedos más primitivos, aquellos que nuestros antepasados consiguieron disipar pensando. ¿Ahora, porqué no nos enfadamos todos?

To be continued.