17 dic 2012

QUIERO A MI BATIDORA 3.0



Piedras y palos.

Quizá esté equivocado, ¡ojalá!, pero últimamente no tengo manera de quitarme la cara de imbécil cada vez que ojeo los periódicos, veo la televisión o escucho la radio. Algo pasa y no nos estamos enterando. Y es que o nos están tomando el pelo a todos, o realmente el mundo se va a acabar el viernes veintiuno de diciembre de dos mil doce… más bien será lo primero, me parece.
Me explico. Criticábamos amargamente hace algunos años, yo el primero, la falta de posicionamiento político de la sociedad. ¿Cómo no eran capaces de salir a la calle a protestar, a alzar la voz enfurecida contra el pie que nos empezaba a asfixiar y que, de no ser removido, acabaría, como está pasando, por dejarnos pegados al suelo como cromos? Y el milagro comenzó a pasar, empezamos a salir a la calle, las redes sociales empezaron a posicionarse, a convocar reuniones, a propagar la semilla del malestar y el descontento, a invitar a quien estaba hasta las narices a decirlo en voz alta. Se han creado multitud de asociaciones y colectivos de ayuda a los más desfavorecidos,  de protesta abierta y descarada, sin paños calientes, hacia una situación que ya se ha instalado en lo bizarro y enfermizo. Quizá no sea una marea humana, desgraciadamente, pero sí mucho más de lo que podíamos imaginar.
Ahora, ya, es una evidencia, qué duda cabe, que la mayoría de los ciudadanos estamos hartos de aguantar mentiras y manipulaciones de los mismos que nos han llevado a esta miserable situación de indefensión social. Pero no pasa nada. Nos quejamos, maldecimos a este y el otro político, exigimos  que den pasos a tras a esas nuevas leyes torticeras que sólo sirven para prolongar la agonía a la que nos somete este estado oligopólico. Exigimos las cabezas de los banqueros-políticos-mercaderes-de-esperanzas, delincuentes manifiestos con nombres y apellidos que no paran de darse golpecitos en las espaldas los unos a los otros,  y se ríen. Se ríen de todos nosotros. Se ríen los banqueros y los políticos de uno y otro color. Se ríen porque saben que nada vamos a conseguir, se ríen porque saben una verdad que a nosotros se nos ha hecho olvidar, la única verdad que puede sacarnos pronto de este hoyo de inmundicia. Una verdad tildada como lo políticamente incorrecto, como el fin de la democracia y del “supuesto” estado de derecho, una vía inaceptable en el marco histórico-político actual. Una verdad que con sólo ser dicha puede llevarme al calabozo por apologeta de un principio biológico de nuestra especie en tanto que animal que pisa la tierra  ¿Te lo estás imaginando ya verdad?
Mientras en la vanguardia de  las manifestaciones llevemos pancartas, tambores y flautas y no palos y piedras, no le temblará al gobierno la mano para aplastarnos contra el suelo. Mientras los políticos y banqueros se sientan invulnerables, como lo son, al pasear por las calles, al comer en los restaurantes de postín, al acudir a los toros o a la ópera, seguirán campando a sus anchas por su feudo mientras otros suplicamos su compasión para que no nos deshaucien. Mientras sepan, como saben, que nadie se atreverá a abrirles la cabeza de una pedrada, a quemarles los chalets con sus familias dentro, mientras sus víctimas se sigan suicidando pacíficamente en vez de descargarles un cargador de balas antes de saltarse la tapa de los sesos, para poder morir al menos con esa satisfacción, mientras sigamos actuando como ellos nos enseñaron, exactamente al contrario de cómo ellos actúan, mientras esto siga así, nada cambiará. ¿O es que ellos no son los que inician las guerras, los que atacan a los manifestantes, los que están provocado que vuelva el hambre y la desesperación a este país? Ojalá estuviera equivocado, ¡ojalá!

3 dic 2012

QUIERO A MI BATIDORA 3.0



Al mal tiempo... ¡abrígate!

Cuentan los optimistas que es en tiempos duros de crisis y cambios, de estrecheces y necesidades, cuando los ingenios se afilan y se agudizan los resortes de la mente para encontrar la cuadratura del círculo. Es entonces cuando hasta los tontos hacen relojes con patatas y se rebusca, entre las telarañas de la memoria, cómo hacer un buen guiso con poco más de una pastilla de consomé y un pescuezo de pollo.
Los que saben de historia y literatura sacarán a los ingenios españoles, como conejos de una chistera, como criterios de autoridad que corrobore esta tesis tan oportuna. Es cierto, no podemos negarlo, el hambre le saca punta al lápiz de la inteligencia para conseguir comer caliente, encontrar un catre seco en el que dormir, o alguna moneda de cobre con la que conseguir algo de vino aguado… ¿Pero a qué precio? La picaresca fue el paso a delante de la cultura española para quitarse el hambre a guantazos, el Lazarillo, el Buscón de Quevedo, el Guzmán de Alfareche de Mateo Alemán o Rinconete y Cortadillo de Cervantes son, sin duda, alguno de los nombres que nos restregarán por las narices los optimistas. Pero estos personajes no fueron más que el reflejo dulcificado de una época pretérita y olvidada que poco o nada tiene que ver con el día que hoy, tú y yo vivimos. Una época en la que mentir abiertamente y desairar, como hacen nuestros políticos hoy, era motivo más que sobrado para rajarle la barriga a cualquiera, en cualquier esquina, de cualquier ciudad y villa de nuestra geografía. Una época en el que el banquero era un judío vilipendiado y repudiado, tachado de usurero y al que con suma facilidad podían dejar seco a estacazos tanto acreedores como deudores. Una época donde sólo la fe podía salvarnos del infierno, y si la empujábamos con alguna moneda al clero, podían conseguirnos un buen adosado cerca de algún santo en el paraíso. La época en la que se recordaba la máxima olvidada de donde caben dos caben tres, y a golpe de agua se bendecían las sopas y los guisos para regocijo del familiar hambriento.
Hoy faltan aquellos valientes que no tenían nada que perder, porque nada tenían, o si tenían conocían su justo valor y sabían que poco valía en verdad. Así, ligero de equipaje, es como realmente se aguzan los colmillos de la inteligencia. ¿Pero quién camina hoy libre, quien no siente el peso de cualquier carga por liviana que esta sea? Estamos aplastados por nuestras deudas, nuestras familias, nuestros amigos, el qué dirán, nuestra cultura y, lo peor de todo, nuestros propios pensamientos castrantes que no nos permiten ver más allá de nuestras narices.
No somos esclavos de ninguna crisis, somos siervos de nuestro pensamiento que nos hace ver ligaduras, muros y alambradas, donde no las hay. Estamos tan condicionados por nosotros, el sistema y un centenar de estupideces más que nos cagamos de miedo sólo con pensar no poder desayunar más una tostada con jamón, aceite y tomate. Se nos corta el cuerpo al imaginar no ser los dueños del mando a distancia de la televisión, de no tener 3G en el móvil, de que otros vayan a la feria y nosotros no, de no pasar más veranos en Matalascañas, Mazagón o Conil, porque nuestros padres así nos lo enseñaron, porque así son las cosas y hay que resignarse o morir en el intento. Callar y rogar, rogar y esperar, esperar y sufrir, sufrir y desesperar, desesperar y callar de nuevo, eso sí: ¡Que no nos falte de na!