¿A cuánto está el kilo?
¿Qué fácil es ver los toros desde
la barrera, verdad? Seguro que más de uno pensará esto cuando termine de leer
este artículo. Claro que eso sólo pasará si he conseguido lo que quería, de lo
contrario no será más que un ejercicio de retórica demagoga, pero eso, tampoco
está tan mal, ¿no crees?
La distancia brinda la
posibilidad de un análisis más despegado, y desde aquí, desde el otro lado del
charco las cosas pintan diferentes. Supongo que si enumeráramos nuestros rasgos
como nación, y no me refiero a los hitos históricos sino a cuestiones más
emocionales, acabaríamos reduciendo nuestro patrimonio a unos cuantos
caracteres comunes. Ingenio, picaresca y valentía. Si nos esforzáramos un poco
seríamos capaces de encontrar un par de ellos más, pero como ahora mismo no se
me ocurren, y el tesón y el trabajo duro no son dos atributos especialmente
españoles, vamos a quedarnos con estos tres, que para el caso nos viene que ni
pintados.
Lo del ingenio y la picaresca es
indiscutible, somos unos ases del engaño, la mentira, la trampa y la poca
vergüenza. Porque hay una picaresca del ingenio, del te timo haciéndote creer más listo que
yo, para que después no te atrevas ni a contar que compraste papelitos de
periódico creyendo que un tonto confundía billetes con estampitas de santos.
Pero está la otra picaresca, la que no precisa de ingenio, sólo del descaro, la
prepotencia y el despotismo totalitarista. Ese ejercicio que nuestros
políticos, fiscales y jueces, monarcas y nobles, banqueros, medios de
comunicación, sindicalistas y demás prohombres y mujeres del país están
haciendo todos los días con tanto entusiasmo, rizando el rizo del más difícil
todavía. Nuestra capacidad de asombro es inagotable, aquí no se libra nadie del
mangoneo y del tu más que yo. Así que es indiscutible que, de todas todas, la
picaresca nos define.
Pero había una tercera cualidad, la
valentía. En mi barrio no somos mucho de usar la palabra valiente, y aún menos
valeroso. En mi barrio es una cuestión de cojones, de huevos, de testiculina. Y
de eso los españoles vamos sobrados ¿verdad?
Pues permitidme que lo dude
mucho. Desde aquí, desde la barrera del exilio económico, de la migración a
empujones, y no desde el eufemismo hipócrita de la movilidad laboral, veo que
el kilo de huevo español baja dramáticamente de valor.
Cuarenta años de dictadura, y
treinta y cinco años de pseudo-democracia manipulada desde su gestación por los
mismos que vencieron la guerra, han conseguido aborregar a los españoles,
amansarlos, hacerlos dóciles corderitos que ni balar saben. Nos han enseñado
que no hay mayor virtud que el diálogo, la negociación, la no violencia, la
tolerancia, el respeto a los demás… Y nos lo han hecho tragar con un embudo
educativo, mediático y cultural perfectamente diseñado para que, cuando ha
llegado ya el momento de alzar la voz y el puño, no seamos capaces de hacer ni
ruido al chocar las palmas de las manos, y las agitamos como molinillos para
que los sordos sepan que aplaudimos.
El kilo de criadillas ha bajado
mucho de precio, ya lo creo. En Turquía, en Egipto, en Grecia, en donde quieras,
menos donde esta innombrada dictadura nos oprime, la gente salta y se revuelve
cuando los pisan. Levantan el puño y si en él hay una piedra, un palo o una barra de hierro mejor que mejor.
En España las manifestaciones son a ritmo de batucada con malabares, porque
somos muy ingeniosos y tolerantes. Los políticos no las impiden, pero si exigen
que por favor no sean molestas… ¿Una manifestación que no moleste? Una protesta
que nadie oiga quieren decir, supongo. Los escraches son nazis, las protestas son
nazis, cualquiera que se salga del camino por el que nos han obligado a
transitar es un nazi. Un universitario que se lamenta por no poder seguir sus
estudios es un nazi. Los jubilados que se quejan porque de su pensión viven sus
hijos y nietos en paro son unos nazis. Yo soy un nazi. Los filósofos, los libre
pensadores, los pocos periodistas no vendidos, los profesores de institutos y
universidades públicas, los seis millones de parados, cualquier que sea el que
alce la voz es un puto nazi. Todo el
mundo es nazi menos los que realmente sí lo son. Los que han ingeniado un nuevo
orden, un país a dos velocidades, el de ellos y el de los que no pueden ser
como ellos.
¡Regalamos cojones españoles oigan! ¡Que hay
muchos y no los usan!
Políticos que desde otras nuevas
siglas intentan participar del festival caníbal de devorar a los votantes
desencantados de los otros. ¡No tenéis huevos! Y vuelve nuevamente el discurso
maniqueo y adulador, al verbo mínimamente efectista pero sin molestar, sin
faltar que después mamá no nos dará pastel de postre. El 15 M, está muy bien,
muy bonito, ¡pero no tiene huevos!, así que todos a cantar y a protestar, pero
flojito no sea que se despierten los señores que viven arriba. ¿Así que quién
podrá defendernos? Las redes sociales son la panacea comunicativa del siglo
XXI, pero nos castra las ganas de partir escaparates y quemar bancos, porque
una vez desahogados le damos “me gusta” a la foto de nuestra vecina en la playa,
y ya está. Así que nadie tiene lo que hay que tener. Ni siquiera los que mandan
tiene la valentía de decir públicamente “Sí, somos unos nazis enfermos y
ultracatólicos que queremos joderos la vida porque ya está bien de que creáis
que por nacer tenéis los mismos derechos que nosotros” ni la iglesia, ni los
bancos tienen tampoco huevos. Al final todos somos unos cobardes, unos los que
huimos fuera porque lo dimos ya todo por perdido, otros los que se quedan y
tragan como patos para que de su hígado coman los que, también como cobardes,
se siguen escondiendo bajo el falso velo de la democracia, el estado de
derecho, la libertad de expresión y la libertad de culto.
Qué poco me gusta escribir todas
estas cosas, que nadie piense que me regodeo en vuestras-nuestras, miserias.
Pero todos los días me acuesto esperado despertar con la noticia de que un
golpe de estado civil, compuesto de millones de españoles con palos y piedras,
ha barrido las calles, los palacios y las iglesias de la mierda que ahora la
infecta y una nueva esperanza ha nacido. Pero, muy a mi pesar, esto no es más que un deseo,
por ahora…