1 jul 2010

QUIERO A MI BATIDORA XVII

Un paréntesis estival (Única entrega)

Aprovechando la llegada del verano, y que pronto muchos dejaremos de trabajar para disfrutar de nuestras merecidas, o no, vacaciones - de rigor es acordarnos de todos aquellos que mal gozan de vacaciones forzosas, ojalá se os acaben pronto y podáis tributar de nuevo - me gustaría que nos parásemos a reflexionar un poco sobre las siempre difíciles relaciones sociales estivales, seguro que ya intuís por donde van los tiros... si es que sois de un listo!!

El verano es, sin duda, una fecha siempre esperada y muchas veces mal entendida. Damos por hecho que estos días traen de suyo la alegría, la fiesta, las cervecitas, las barbacoas, las piscinas, las playas y las sombrillas, los apartamentos de la costa, las casas en el campo y las urbanizaciones abarrotadas de gorrones de piscinas ajenas. Pero también nos viene a la cabeza imágenes totalmente diferentes y que poco tienen que ver con las primeras, pensamos en descansar, en reponer las energías perdidas, en planificar el nuevo año de trabajo, en arreglar esas cositas que se estropearon con las lluvias en la casa, y también esas otras heridas que el mucho trabajar y el poco hablar han abierto en nuestro hogar. Muchas, demasiadas cosas para hacer en tan poco tiempo. Pero entre ambas visiones hay un nexo común, una constante, y esa, como no podría ser de otro modo es el “Yo”. El verano es la fecha de máxima exaltación del yo frente a las navidades que, se supone, son la máxima expresión de despego del yo y el darse a los demás sin egoísmo... ¿he dejado bien claro el “se supone” entre comas verdad?

El “Yo” y el verano son casi la misma cosa en la mente de muchos de nosotros. Yo me voy de fiesta, yo disfrutaré, yo me desharé de los niños, yo me relajaré, yo engordaré, yo me lo pasaré pipa, yo iré al concierto, yo intentaré hacer el amor todo lo que me dejen, yo saltaré de bomba en la piscina y después me mearé mientras todos creen que estoy buceando, yo haré el cafre porque me da la gana, yo, yo y yo, y si alguien se suma al carro bien, y si no me da igual porque yo me lo pienso pasar de escándalo que para eso me lo he currado todo el año, o no (este “o no” es mío, él jamás lo pensaría). Pero claro el “Yo” tal como lo entendemos tiene un campo de acción más limitado de lo que querríamos. Verás, te lo explico con peras y manzanas para que lo entiendas:

Sujeto A: Yo quiero dormir la siesta tranquilo todos los días en verano y relajarme porque durante todo el año me estoy partiendo el lomo y ahora me toca descansar.

Sujeto B (vecino del sujeto A): Yo me voy a pasar todas las siestas con los amigos en casa, con la musiquita, la “play” y mi barril de cerveza chapoteando en la piscina porque durante todo el año me estoy partiendo el lomo y ahora toca descansar.

¿Y ahora qué? El “Yo” acaba categóricamente y sin excepción donde empieza el “Yo” del otro. Y esto es algo a lo que no estamos acostumbrados porque nunca nadie nos lo ha dicho y creemos que nuestro “Yo” es infinitamente más valioso y meritorio que el “Yo” del vecino.
¿Y ahora qué? Cuantos problemas similares a estos, en todos los aspectos, no se nos vendrán encima este verano. Problemas vecinales, familiares, interculturales, generacionales, y suma y sigue porque todos tenemos muy claro que tenemos derecho a disfrutar del verano porque, además, nos lo merecemos.

Yo quiero que pase pronto el verano, lo sé, no es popular y nada puedo hacer para que esto pase. Pero no me gusta el calor y me encanta la tranquilidad que sé que pronto dejaré de tener por las noches y a la hora de la siesta, vaya por Dios. Pero he encontrado una solución allí donde el respeto, la cordialidad y el conversar no hayan sus frutos: ¡¡SI TU VECINO NO TE DEJA DORMIR, LLAMA A LA GUARDIA CIVIL!!

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