Nada ha cambiado.
Hace
casi un par de meses partí de viaje a tierras de ultramar allende la vieja
Nueva España a impartir una serie de conferencias sobre ética de la
responsabilidad, el sentido de la confianza entre los seres humanos y como este
es tan consustancial a nosotros como el respirar y sobre la necesidad imperiosa
de revitalizar el arcaico sentido de clan allí donde pudiéramos para poder
atajar problemas como el narco, la corrupción policial, el fracaso escolar o la
tiranía de los políticos corruptos. Y he vuelto con el zurrón lleno de planes
de vuelta, con mil trabajos a contra reloj para hacer, con compromisos
inestimables y con más ganas aún de comerme una tostada con aceite, tomate y
jamón en la plaza del Altozano.
Y nada
ha cambiado. En algún momento me imaginé que asaltarían el congreso de los
diputados, que pintarían los leones de bronce con narices de payaso y que se
disolvería el gobierno, se plantearía una reforma constitucional, se plantaría
cara a Merkel recordándole que la sartén la tenemos nosotros por el mango y que
si no pagamos a sus bancos las deudas, que tan caras nos están saliendo, estos
se irán al carajo. Que en España un voto equivaldría a un ciudadano, y que sólo
si nos sale de las narices mantendríamos al rey y todo su cohorte de vividores,
aunque fuese sólo por mantener la corona en el escudo de la selección de
fútbol.
Imaginé
a los parados a los que en diciembre les quitarán la ayuda familiar asaltando
en masa los grandes supermercados y llevándose ante los medios de comunicación
los cartones de leche, el aceite, el azúcar, el pan y la sal, y de paso una
caja de langostinos congelados y una paletilla de ibérico, que ya están encima
las navidades y este año las vamos a pasar canutas todos.
Imagine
también a Rubalcaba, Rajoy, Esperanza Aguirre y todos los demás sinvergüenzas
de este país que se llaman a sí mismos políticos siendo insultados en la cola
del paro. Y que después de meter tantos millones públicos para impedir la
quiebra de la banca privada se habían prohibido los desahucios de las familias
jodidas y sus deudas habían pasado a un fondo de ayuda público que las
gestionaría de forma más civilizada y conciliadora… Imaginé que los sindicatos
predicaban con el ejemplo y que si pedían una subida de salario para todos
empezarían por aportar sus propios fondos para ayudar a los trabajadores antes
que a ellos mismos.
Y tras tanto imaginar me entero que Esperanza
Aguirre había dimitido y casi me da un vuelco al corazón. Sería posible, ¿algo
estaba cambiando? Pero después me enteré que la dimisión coincidía con el
cierre del trato de Eurovegas, y como soy mal pensado me acordé de Góngora y su
“Ande yo caliente ríase la gente” o de su archienemigo Quevedo y su “Poderoso
caballero es Don Dinero”… Porque nada ha cambiado! Porque en Galicia el PP
aumentó su mayoría absoluta, porque el informe PISA nos deja para hacer
trapillos de afilador, porque el emperador chino de la extorsión no pudo amasar
esa fortuna solo a costa del cacharro de Vidal y mucho altos cargos deben de
estar pringados aunque no nos enteremos jamás, porque con no ir la hija del rey
al desfile está todo solucionado, porque mientras no falte jamón a nuestras
tostadas lo aguantamos todo, lo tragamos todo, lo permitimos todo y nos la
meten a todos con singular alegría.
El 14
de noviembre habrá huelga general, y sonaran tamborcitos y tiraremos confetis…
y pronto no habrá pan donde poner tanto jamón chino.
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