28 abr 2010

QUIERO A MI BATIDORA XIV


Ya no me creo nada (1º parte)

Estaba claro que perfectos no seríamos ninguno por muy bien que nuestras madres nos parieran y que, con esfuerzo y tesón, algunos llegarían a ser personas de bien que ayudaran a mejorar el mundo. Pero cada día lo dudo más, aunque lo que yo piense a pocos deba importar. Podemos leer en el capítulo tres del  Eclesiastés, en El momento oportuno, que hay un momento para todo. Está bonito, te invito a que habrás la Biblia, esa que tienes en casa muerta de asco y lo busques y te lo leas. ¡No!, no pasa nada porque leas un poquito de la Biblia, no temas, que para volverte ateo te la tendrías que leer entera, y entenderla,  y sólo te pido que te leas unas decenas de palabras.
Hay un tiempo para todo, y un tiempo para cada cosa bajo el Sol: un tiempo para nacer y otro para morir, [...] 
Es un bello poema, como la mayoría de los de ese libro, y tras un lenguaje metafórico se encierran algunos mensajes curiosos que no entraremos hoy en analizar. Lo que quiero remarcar, y por eso traigo a colación este texto, es una ausencia destacada que me servirá para despacharme con algunas cuestiones mucho más terrenales que nos conciernen a todos en los próximos artículos. Dice claramente el Eclesiastés que hay un tiempo para nacer y otro para morir, que hay un tiempo para llorar y otro para reír, para matar -encontrar estas perlitas no me digas que no te pone- y para curar, para sembrar y para recoger, un tiempo para callar y otro para hablar y un tiempo para amar y otro para odiar. Pero con tantos tiempos diferentes para hacer cosas, y tan claros que están escritos todos estos infinitivos ¿por qué no dice también que hay un tiempo para dejarse llevar y otro para pensar? Uf! ¿Te imaginas algo tan revolucionario? ¡Un tiempo para pensar! Suena casi herético ¿verdad?
Que existe un tiempo para dejarnos llevar todos lo sabemos, yo el primero, y solemos gastarlo con bastante generosidad y con pocos remordimientos. Nos encanta dejarnos llevar y fardar de ello, y está bien. Todos necesitamos esa vía de escape de vez en cuando para olvidarnos de nosotros mismos y diluir nuestras conciencias, unos beben en los bares con los amigos, otros van a los estadios de fútbol a gritar, otros vamos a conciertos de Heavy Metal a menear las melenas, otros van al Rocío a hincharse de andar, otros hacen todo esto junto y mucho más y así suma y sigue con una infinidad de posibilidades creadas para convertirse, luego, en la necesidad de otros. Obviamente nuestra mente racional nos obliga a justificar nuestras acciones y a dignificar nuestros actos una vez hechos: Estuve con mis amigos de copas y no sabes las cosas magníficas que recordamos y lo mucho que me ha servido... El partido fue épico y memorable creo que ha cambiado la historia... Qué conciertazo y qué bien sonó el grupo, puro arte en escena... El camino precioso y la virgen más guapa no puede ser, vengo cambiado... Y todo esto es cierto, o así lo queremos ver, y todo en el fondo, reconócelo aunque te cueste, es un poco mentira. En realidad como seres humanos, muchas veces necesitamos sabernos parte de un todo que nos supera y que nos lleva de un lado a otro sin que tengamos que tomar una decisión en este vaivén de las cosas, esto es, sin que tengamos que pensar. Así que muchas veces es mejor que no nos justifiquemos y que aceptemos nuestra parte irracional, lo hice porque me dio la gana, es la mejor de las justificaciones posibles en estos casos.

¿Pero y el tiempo para pensar? ¿Qué fue de él? Claro como en la Biblia no lo pone lo mismo es que no es necesario... o quizá es algo tan básico que ni siquiera se plantearon la necesidad de dejarlo por escrito. Me río, porque esto último es más falso que las pulseritas para el equilibrio (de la mierda de las pulseritas os  avanzo que prepararé un articulito). Esta claro que perfectos no somos, pero no queremos ver esta evidencia y por eso, creo yo, cada vez apartamos más lejos de nosotros eso de pensar, no sea que descubramos algo que no nos gusta. Pero la autocomplacencia no es una virtud que me agrade así que quede este artículo como introducción a posteriores artículos menos condescendientes con mis vecinos y conmigo mismo.

To be continued.

No hay comentarios: