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19 dic 2011

QUIERO A MI BATIDORA 2.0

Tradizione, traditore.



Entre los que aman los libros hay una voz italiana muy extendida que dice “traduttore, traditore” esto viene a traducirse por “traductor, traidor” y, no hace falta devanarse mucho el seso para entenderlo. El traductor, aún en el mejor de sus afanes siempre será, de alguna manera, un traidor del espíritu del autor de la obra que está traduciendo, ya sea por exceso de celo, por poco preciso, por timorato o por darle esa impronta suya que todo el mundo quiere poner a las cosas que hace, ya sea una receta de cocina, un objeto de artesanía, o un escupitajo. Si pudiéramos sacar los derechos de autor de nuestros desechos corporales no dudo que más de uno iría corriendo todas las mañanas a la SGAE de los “mojones” -no quiero que se interprete esto como un insulto a dicha digna institución sino una alegoría a la estupidez y avaricia humana- con la fotos obtenidas desde varios ángulos de los muñecos que han largado a primera hora esperando encontrar en el cielo una nube que se le parezca y pedir los royalties por  derechos de autor al Instituto Nacional de Meteorología, a Rajoy, al Rey o a Dios, dependiendo siempre del diario con el que ayude a descongestionar su tránsito intestinal matutino.
Todos somos celosos de nuestra genial individualidad desde el día que nos enteramos que no había nadie igual a nosotros en todo el universo. Claro que como la mayoría somos idiotas, lo que en realidad quisimos entender es que no hay nadie mejor y más especial que nosotros en el universo. Pero la singularidad no es sinónimo de genialidad aunque así lo hayamos querido creer, y esto, como todos los errores de base, trae nefastas complicaciones a lo largo de nuestra vida.
Lo primero que nos ocurre al sabernos únicos y maravillosos, que ya se podrían haber ahorrado ese discurso durante años las series norteamericanas cuando el protagonista adolescente sufría un desengaño amoroso, es que al ser nosotros la medida máxima de todas las cosas nuestros gustos tienen que ser, por lógica deducción, el máximo exponente de la perfección cósmica. Esto es, si a mí me vuelve loco el cajón flamenco y los bongós como voy a privar a mi vecino que le gusta el heavy metal -ese ruido infernal no le puede gustar a nadie-, de deleitarse a las doce y media de la noche de mi exquisita consecución de porrazos, gritos desafinados, palmas acompasadas a tres por cuatro y loas a una virgen de palo que está en una ermita encalada de Almonte… Y por tocamientos escrotales menores que estos han empezado grandes guerras e interminables quebrantos...  ¡Seguro que en la biblia pone algo de esto!  
Pero la cosa no acaba en una cuestión de gustos, que como hemos visto no es poca cosa. También nos pasa igual con las tonterías que pensamos y creemos universales y en la mente de todos. A mí me encanta la Navidad, podemos escuchar a diestro y siniestro estos días. Y pienso -¡Ay! ¡Si Descartes levantara la cabeza!- y sé, que es la mejor de las fechas posibles para reunirme con toda la familia y pasar unos buenos momentos juntos. Contarnos cómo nos ha ido el año. Reírnos con el primo gracioso que siempre nos saca una carcajada con las cosas raras que piensa… pobrecito como estudió filosofía ya se sabe… y de paso que los demás disfruten de mi piara de hijos que ya llevo todo el año cargando con ellos y ya es hora de que mi cuñada los aguante un poquito en su casa para que vea lo maravilloso que es ser madre de cinco criaturas.
Esta extraña perversión mental, que a duras penas se cura con sobredosis de humildad y golpes en las narices con la realidad, ya que otros pensando y disfrutando de cosas que no nos gustan parecen vivir mejor, o por lo menos igual que nosotros. Es la que nos lleva a no querer entender y a tratar como tarados disfuncionales y asociales a aquellas personas que no reconocen en la Navidad una ocasión de reunión, que no les gusta la Semana Santa, la Feria, el Rocío, el Corpus, el flamenquito o los bares de tapas, aunque por eso no dejan de ser tan andaluces, y tan únicos como tú.
Que la tradición no te traicione. ¡Feliz Navidad!

21 nov 2011

QUIERO A MI BATIDORA 2.0

¿Quién dijo plutocracia?



Todavía nos estamos intentando librar de la resaca electoral a golpe de ibuprofeno unos, y de silicio penitente otros, mientras sin querer abrir los ojos se nos siguen colando en casa, como las cucarachas en las noches de verano, las noticas de las subidas de la primita de riesgo, la desconfianza de los inversores extranjeros y las presiones de Europa para que reformemos esa estúpida costumbre nuestra de querer comer, al menos,  tres veces al día.
Pero del cambio real de rumbo no habla nadie. Todos callamos.
El bueno de Don Mariano ya estará pensando en cómo decir aquellos que donde no dije ahora digo, pero lo digo de buen rollo que eso de cobrar sin trabajar está muy feo. Que si cuidas a tus padres enfermos es tu obligación y que Dios te lo pague. Que libre como el aire quiero ser, quiero ser, quiero ser libre para echarte a la calle sin que me cueste un céntimo porque de libertades se trata y para eso estamos aquí. Que si no curras cómo esperas que te salgan gratis las pastillas, que si no puedes estudiar lo mejor es emigrar que están sembrando viñas en Etiopía. Que eso de estar jubilado ya no está de moda y en el hipermercado buscan viejos que llenen las bolsas con las compras de los que aún Visa les da crédito. Eso sí, en la cama de Zapatero no me acuesto, y como quiero austeridad, mandaré a la parienta al IKEA con la Moncloa Express a que le saque chispas al lector de tarjetas.
Pero del cambio real de rumbo no habla nadie y todos callamos.
Callamos porque estamos acojonados. Porque dos democracias como dos castillos están ahora gobernadas por banqueros. -¡Bien se lo merecían esos rojos mentirosos griegos y ese otro capo mafioso de Berlusconi! - Es básicamente la idea que hemos estado aireando para no mirar donde mosquea, allí donde los ojos no pueden mirar sin secarse en sus cuencas. Derechas e izquierdas son de papel mojado ante el poder de quien inventa el dinero, dirige el mercado, reinventa la bolsa por la noche y amanece acostado con la prima de riesgo. Quién inventa al Dios Pantocrator que hace que llueva o salga el Sol en Madrid, Tokio, New York o Singapur. Callamos porque lo mismo estamos todos confundidos y esto no es más que un espejismo, una ilusión conspiranoica donde un grupo de iluminatis mutantes han encontrado la piedra filosofal y mezclada con la sangre de masones, cátaros y sionistas vírgenes han conseguido imponer el germen que culminará en el tan añorado “nuevo orden mundial”. Callamos porque Belén Esteban ha cambiado de gafas y en mujeres hombres y viceversa una ha hecho un video porno. Callamos porque estamos como perros salidos buscando fotos de Terelu Campos por internet. Callamos porque Cristiano Ronaldo ya no parece tan tonto y cada vez habla mejor español y eso es por algo…
Callamos porque estamos aguantando la respiración. Porque sabemos que a Goldman Sachs le importa cuatro pitos que Rajoy sea ahora el nuevo inquilino de la República Independiente de la Moncloa y simplemente está viendo qué día quiere hacerse con el poder representativo en España. ¡Ojo! Que el poder de facto ya lo tienen, simplemente es que ahora han perdido la vergüenza bisoña del que sabe que está atiborrándose a dulces y no quiere que lo vean. Ya no les importa que los vean cómo hacen y deshacen a su gusto desde las presidencias de los gobiernos, antaño democráticos, ahora plutocráticos. Por esto callamos, por lo va a venir queramos o no, nos manifestemos o no, nos lo digan o no. Callamos porque para qué hablar de las revueltas y manifestaciones en Grecia e Italia, si es más importante cualquier otra estupidez mediática. Porque cuando veas las barbas de tu vecino cortar, ¡saca los cuartos del banco y date el piro!, y como saben que nos podemos ir mejor no decir nada y que nos coja por sorpresa.
Este es el cambio real de rumbo del que nadie habla. ¿Quieres contárselo a los demás?