21 may 2011

QUIERO A MI BATIDORA

Vota o cállate



Que dentro de un par de días todos los ciudadanos mayores de dieciocho años, con nacionalidad española y debidamente censados, tenemos una cita con las urnas todo lo sabemos, hasta aquí nada nuevo. Y que este hecho simbólico y constitucional no va a conseguir cambiar absolutamente nada del dichoso status quo en el que vivimos también lo sabemos, pero es el saberlo lo que nos toca las narices y nos invita a dar una patada a las urnas, al voto, a los representantes de los partidos que con sus identificaciones revolotean junto a las urnitas de metacrilato, a Rajoy, a Zapatero, y a la madre que los parió a todos juntos… y no me digas que más de una vez no lo has pensado, sentido y,  con un par de cervezas de más, hasta planeado en una servilleta de bar. 
Gane quien gane las elecciones no conseguiremos más que, con suerte, tener a otro que nos mangonee, que nos trate con prepotencia cuando le solicitemos una reunión para intentar solucionar un problema vecinal. A otro, o al mismo, soplagaitas inculto e ignorante que puesto a dedo cree que el dinero que gestiona es suyo, y que su criterio es el que rige el cosmos. No te enfades, siempre habrá excepciones.  Siempre puede que el que esté sea un buen alcalde, un buen concejal, o un buen delegado… pero uno, no te confundas. Bueno suele ser sólo uno, los demás, no lo dudes, seguramente sean una bola de arrimados con trajecitos de sesenta euros deseando medrar y pasear delante de las hermandades en Semana Santa e invitar a sus amigos y familiares a acabar con todo el jamón y las gambas de la caseta municipal. ¡Comed cabrones a ver si os sienta mal y reventáis por las costuras!
Así que ahora tú, como yo, como muchos otros, te estarás planteando de qué cojones sirve ir el domingo con cara de buena gente al colegio electoral. De buena gente sí, porque los que vamos nos lo tomamos en serio, nos impone y nos enorgullece el hacerlo, pero claro, o vamos con cara de buena gente creyéndonos la grandeza de la acción demócrata o iríamos con bidones de gasolina a prenderle fuego a las malditas urnas y a esas garitas marrones, viejas e incómodas donde se supone que tenemos que pensarnos a qué fuerza política dar nuestra confianza… ¡Ya!
¿Así que por qué tengo que votar? Yo no sé tu razón ni qué te mueve, pero te voy a contar la mía. Voy a votar para tocarle las narices a los que apelan a no ir, a quedarse en casa y no hacerlo porque no va  a cambiar nada. Voy porque alguien se partió la cara en su día defendiendo mi derecho a hacerlo, y gracias a él y a miles de personas como él puedo hablar sin esconderme, rezar al dios que me salga de los huevos, y no ir a votar si me da la gana. Voy a votar porque no me gusta sentirme como una prostituta que da a su chulo parte del dinero que gana con su esfuerzo tragando bilis sin poder decirle a la cara el asco que le da el tener que aguantarlo. Voy a votar porque es lo único que me legitima para después escribir cosas como este artículo, porque mi voto es un pasaporte a cagarme encima del que salga elegido cuando se descubra que es un ladrón que abusó de la confianza del electorado y que, o esconde muy bien su porquería, o la próxima vez le va a votar su santa madre y su dignísimo padre. 
¿A quién votaré? Seguramente te sorprenda saber que mi voto irá en blanco, pero no te engañes, a pesar de todo, tengo el absoluto convencimiento de que mi voto será el más decisivo de todos. 
Convéncete, el tuyo también puede serlo. Vota, vota o cállate.

28 abr 2011

UTRERA 2011 / QUIERO A MI BATIDORA


¿Cómo saber la verdad?


Preguntar a un filósofo si la verdad existe es como preguntar a San Manuel Bueno, el mártir de Unamuno, si Dios existe. De cara a la galería afirmará la mayor ofendido por el mero hecho de la pregunta. “¿Cómo te atreves tan sólo a cuestionarte su existencia?”. Pero en la intimidad de la sacristía no hará más que cuestionarse qué sentido tiene el afirmar algo que, en el fondo, y no tan en el fondo, no tiene demasiado claro que exista o no, y sobre todo, que aun existiendo sirva para algo.
La verdad, tal como los ingenuos se lo plantean es una cosa, una entelequia, que flota como la espuma de un café capuchino sobre la leche caliente, que somos todos. La verdad es una idea metida en nuestras cabezas no se sabe bien por quién o qué atajo de aburridos aristócratas holgazanes del pasado y que, ya sin remedio, se ha instalado en ese apartado de las necesidades de nuestro espíritu (otra de esas cosas que también está por ver), como el Tuenti para un quinceañero o como el tinte para las presumidas cincuentonas.
Pero la verdad es algo tan intangible y poco mensurable que, sin que nos lo cuestionemos lo damos por cierto y, cuando nos paramos a pensar, siempre acabamos buscando una excusa que culpe a otro por nuestra incapacidad de saber qué narices sea la verdad.
Hace unos días, comulgando en mi parroquia a golpe de tostada jamonera y café con leche fría (ya me resigné a no pedirlo templado porque no gano para quemaduras), me dijo mi confesor que ahora era más feliz (otra palabrita con mucha guasa). Estaba contento, o más bien parecía estar más aliviado que contento.
En el bar en el que suelo desayunar todos los días, aquí, en mi pueblo, han dejado de ver las noticias por la mañana. Y ahora son más felices.
Esto, que podría parecer una broma, o un chiste flojo, es tan real como que se me está llenando la barba de canas. Y lejos de parecer una banalidad, o un chascarrillo mal intencionado por mi parte, reconozco que hay mucho de eso que algunos llaman verdad en esta aseveración.
Nosotros, los humanos, somos unos animales, unos más que otros, que deseamos encontrar la verdad allí donde creemos debe presentarse. Pero los medios de comunicación apestan, unos más que otros, pero eso ya casi ni importa mucho. Ahora donde uno dice negro, el otro lucha por el blanco. Si un  juez condena unos aplauden y otros ven conspiraciones ocultas. Si un político es corrupto los suyos lo rodean con cariño y los otros buscan leña para quemarlo vivo. Todo es un tira y afloja,  un tú mientes al decir que yo no digo la verdad. Así, que va ser cierto eso de que al dejar de ver las noticias en la televisión se vuelve uno más feliz, sea lo que sea eso a lo que llaman felicidad. Porque si de esta estúpida lucha de verdades y mentiras fuésemos capaces de encontrar aquella verdad que más nos sirviera para desarrollarnos y ser mejores, creo que todos estaríamos conformes con el sacrificio. ¿Pero de qué sirve? A nosotros de nada, a los dueños de las cadenas de televisión para enriquecerse, a los políticos para hacernos creer que hacen algo con el dinero de nuestros impuestos. A los periodistas para enfermarse y no poder levantar la cabeza con orgullo por un trabajo bien hecho. Y a la realidad del ser humano para estancarnos en un no se sabe qué, en un desasosiego que nos hace no estar cómodos, no creernos nada, no aceptar nada por miedo a que nos engañen, a desconfiar de los demás y nosotros mismos.
Va siendo el momento de hacer algo antes de que no podemos mirarnos en los espejos.

6 mar 2011

UTRERA 2011


Merienda de negros


Hoy no estoy de humor para sentarme ante el teclado del ordenador y escribir mis disparates, no tan disparatados, sobre un plausible futuro de España, Andalucía, Utrera o tu casa o la mía. Y tampoco estoy de humor como para seguir haciendo leña de un árbol caído, estúpido y pasajero, como son los malditos 110 km/h que tanto y tan imbécil están dando que hablar, escribir y rebuznar.
Ya empezó la campaña electoral. Ya, por si no se ha dado nadie cuenta, estamos en el tiempo de descuento.
A los políticos, si parecía que nada les importara mucho, ahora no les va a importar absolutamente nada el remover mierda con grandes cucharones, el embadurnar la cara del enemigo con mentiras pintadas de verdad o verdades que apestan a mentiras. Hobbes, un filósofo inglés, decía que “el hombre es un lobo para el hombre” y Aristóteles, el griego maestro de Alejandro Magno, te acordarás de él por la película en la que Colin Farrell hace de una  ricitos de oro más que histérica, decía que “el hombre es un animal político”. Así que como puedes ver, de animales no nos saca ni el uno ni el otro por mucho que los separen más de dos mil años… mucho de verdad deben encerrar estas palabras. Quizá tengamos que refundirlas y decir que “el hombre es un lobo político” pero qué nos habrán hecho los pobres lobos para que los insultemos así.
Ahora todo será crispación e insultos, todo serán frases rimbombantes y grandilocuentes. Citarán a literatos y pensadores porque algún inepto lo ha leído en una de esas páginas de citas de internet y cree que le vendrá al pelo para azuzar al contrincante. Prepárate para ver el despliegue de ropa sucia, parecerá que los medios de comunicación son lavanderías industriales dedicadas a airear, cueste lo que cueste, las inmundicias del contrario. Los casos de corrupción serán tratados como delitos de lesa humanidad, pero en el fondo les importarán un carajo, y más aún las víctimas inocentes que por el camino caigan. La trama Gürtel, el ERE-gate de Mercasevilla, y más y más porquerías, que todos sabemos ya de sobra que existen, esas y muchas más, pero que ahora son la criptonita de un Superman al que usurpar su capa y sus colores. ¿Alguien sabe si hay personas, y cuando digo personas no me refiero a ningún “lobo político”, que estén siendo usadas como elementos balísticos en esta refriega de bar de alterne? Yo sí, muchas, y esto me pone de muy mala hostia.
No me digas que aún no te ha llegado el olor de lo que se avecina, si yo apenas puedo teclear mientras me tapo las narices. Por esto y mucho más no estoy de humor para escribir sobre un futuro lejano, porque el próximo año, amigo y amiga mía, será una auténtica merienda de negros. Prepárate para ver lo más repugnante del ser humano en su máxima expresión. Arengas vacías que sólo pretende arrancar un aplauso efectista, hueco, canco y estéril. No dejes que esta peste entre en tu casa. Embadurna las jambas y el dintel de tu puerta con el antídoto de la razón y la crítica. Dosifica la información que consumas, no permitas que te intoxique. Habla con tus hijos y sus amigos, explícales que esos señores son unos actores movidos por unos hilos que no podemos ver. Que todo lo que dicen son mentiras que parecen verdades por lo mucho que las repiten. Que los seres humanos no somos así, que ellos son simples lobos, lobos políticos que atacan a otros lobos, pero de distinto color, aunque el color ya no importa. Las palabras ya no importan, las intenciones ya no importan, ya no importa nada. Sólo salvar lo poco que de humanos nos quede, nuestra cordura y nuestra generosidad. Sí, también la generosidad es una virtud humana.
Pronto todas las calles estarán empapeladas con caras de lobos sanguinarios.

UTRERA 2022


La educación es lo primero


Que la educación es lo primero eso todos lo sabemos, pero que hay que apretarse el cinturón cuando las cosas viene mal, también. O por lo menos esta ha sido siempre la postura del gobierno en cuanto a política educativa en los últimos diez años. Tras la revisión de Bolonia de 2015, en pleno recrudecimiento de la crisis económica heredada del PSOE, muchos han sido los cambios en materia educativa que el gobierno de nuestra lideresa Doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, Condesa de Murillo y Grande de Espáña, ha tenido que afrontar.
Es sabido por todos que el auge de las carreras universitarias de los años ochenta y noventa era un despropósito contra natura. ¿Cómo era posible reabsorber tanto licenciado, tanto cultureta progre, tanto hijo de obrero con aspiraciones a rico? La universalización de la educación siempre ha demostrado ser un desestabilizante de las buenas formas y costumbres. Así, el facineroso gobierno socialista amplió hasta lo infinito la oferta de funcionariado público con tal de dar alojo a esta masa universitaria y así hacer creer que todo el mundo tenía las mismas oportunidades, que el esfuerzo nos iguala, si es que a eso se le puede llamar esfuerzo. Pero esto no podría durar mucho.
Espáña es tierra fértil donde pises, pero sin tutor el árbol tiende a crecer torcido. Así se torció el sistema educativo permitiendo la intrusión de espurios ideales marxistas y ateos en las clases como, la mal llamada Educación para la Ciudadanía, y la pretensión de laicidad en las aulas. ¿Qué sería lo próximo, decir que Dios no existe y el hombre viene del mono? Y como una plaga bíblica la crisis se cernió sobre los que la habían provocado. La defenestración de los logros del  PP de Aznar tuvieron como consecuencia la mayor crisis en la que Espáña se ha visto sometida desde 1898 con la pérdida de Cuba y Filipinas. Y entre muchas cosas había que solucionar el problema de la educación.
En 2015 se recapituló los efectos de la implantación del plan Bolonia en las universidades españolas. Los resultados fueron evidentes, sobraban las carreras de corte humanístico que no producían beneficios en materia de investigación y había que apostar por un modelo universitario basado en la producción técnica que es, como es lógico, la que más dividendos produce. Además el modelo de financiación debía seguir el canon británico, al alumno recibiría un préstamo privado para pagar sus estudios y, una vez finalizados, todo lo que el alumno ganara por encima de los mil doscientos euros pasaría a ser retenido como pago del préstamo a la entidad bancaria correspondiente hasta el fin de la deuda más los intereses. Así, se depuró el sistema y sólo aquellos que realmente debían promocionar lo consiguieron, el resultado fue la adecuación del número de licenciados no endeudados al número de altos cargos que debían cubrir.
¿Y qué pasó como los estudios de humanidades, permitiría Espáña, cuna de Cervantes y Pemán, que desapareciera el arte de sus buenas letras? Obviamente esto no se iba a permitir. Un buen número de universidades del sector privado-confesional se hicieron cargo del desarrollo de estos estudios. ¿Quiénes mejores que aquellos cercanos a la fé y la bondad del alma para hacerse cargo de lo relativo a la sensibilidad del hombre? El Opus Dei, los Jesuitas o los Legionarios de Cristo, Volvieron a ser, como nunca debió de dejar de ser, los garantes de la filosofía, la literatura, la historia, las artes, y las leyes.
 Sólo así podemos hacer de Espáña la patria que nunca debió de dejar de ser, sólo así podremos hacer las cosas bien, como Dios manda.